El día comienza temprano en la 4ta Calle, entre la 5ta y 6ta avenida en la antigua ciudad de indios. Los puestos de frutas y verduras arman un contraste de colores y texturas que adornan las orillas del viejo y maltratado edificio del San Isidro, que aún conserva las huellas del incendio de mayo.
El bullicio de los comerciantes y los consumidores se traslapa con el ruido de los motores de carros y el peculiar pito de los buses de ruta, como una sinfonía desordenada. El olor a la «fritanga» en los puestos de comida y la agilidad de los transeúntes para saltarse los charcos de agua que se forman en los baches de las calles, forman parte de la vida diaria de Comayagüela.
Es la sensación de peligrosidad y dióxido de carbono en el aire, es el penetrante olor a tubería rota y el mejunje de ropa usada con el sudor de trabajo en los mercados lo que sufraga la esencia de Comayagüela, la zona olvidada de la capital de Honduras.
Comayagüela no es un tema sencillo, más cuando alrededor de ella hay tantos estigmas y una mala reputación que, -sin indagar a profundidad-, los capitalinos y los agregados se han encargado de aseverarla con el paso de los años.
El historiador Marvin Barahona, es el supervisor de las investigaciones realizadas por el equipo del Centro de Arte y Cultura, enfocadas en rescatar la identidad perdida y desmoldada de esta ciudad, enfatizando los valores de su casco histórico, el corazón del comercio del Distrito Central que por décadas ha sido relegada sin derecho a réplica.
Pueblo de indios
Con sólo cruzar el río, se entra a una realidad diferente. Aunque no se tengan datos precisos sobre la fecha de su fundación y la etimología de su nombre, según los historiados, Comayagüela fue una comunidad de indios que servían a los intereses de los primeros colonos de Real de Minas de Tegucigalpa.
Barahona, asegura que para comprender Comayagüela y sus grandes desigualdades hay que buscar desde el principio de su historia.
Los indígenas estaban cerca del centro político porque los ricos que vivían de la explotación minera, tenían que comer y ellos servían para cultivar y cuidar al ganado. Las esposas de los señores criollos blancos tenían que limpiar sus casonas y cuidar a sus hijos, y al cruzar el puente podían encontrar mujeres a su servicio que era reenumerado con tributos.
Fue justo en ese momento que las dos ciudades se diferenciaron, marcando sus fronteras con los puentes. Al otro lado del Río Grande gobernaba la élite minera y del otro estaban los sirvientes. Una realidad no muy distinta se vive actualmente.
El “basurero” de la Capital
Para el historiador, Comayagüela fue denominada desde el principio como el «basurero de la capital». La séptima avenida, llena de prostitución, cantinas y estancos, ha sido también el lugar donde nacieron grandes intelectuales como Juan Ramón Molina.
Aunque Comayagüela ha sido históricamente el pulmón comercial del Distrito Central, también se ha denominado como la zona más conflictiva y peligrosa. Villanueva, Villa Cristina, Flor del Campo y El Sitio, sólo son algunos barrios catalogados por el Observatorio de la Violencia de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (UNAH), como uno de los más violentos del país, una estadística no muy favorable si se toma en cuenta que Honduras es actualmente uno de los países más violentos del mundo.
Según Barahona, para el CAC, -ubicado en el centro de Comayagüela-, es un gran retro reivindicar una identidad injustamente atribuida a esta ciudad. “Son los que menos atención y asistencia tienen, es la zona en la que menos se invierte. Pero por otra parte es la población de la capital que más impuestos aporta a la Alcaldía eso no es justo”, aseguró el académico.
“No todo es caos, molote y anarquía”
Dentro de los objetivos del CAC se encuentra la conservación y la investigación de la cultura, que según Barahona, es uno de los aspectos más débiles en la mayoría de las universidades centroamericanas, especialmente en la UNAH.
“Se le ha atribuido una identidad negativa por parte de Tegucigalpa, asegurando que aquí es solo molote, caos y anarquía. Es por eso que organizamos este programa de investigaciones que forma parte del cumplimiento de las finalidades de la institución”, dijo el historiador.
Las autoridades del centro pretenden con este programa producir más investigación en la universidad pero también creen que se necesita fortalecer los vínculos con la comunidad de Comayagüela a través de la institución. Desligar la identidad negativa y enlazarla a la sociedad como un objeto digno de estudio.
El grupo de investigadores –que es dirigido por el historiador Mario Posas- está formado por historiadores y sociólogos orientados en el análisis de temas que se derivan en la reconstrucción de la identidad local de Comayagüela en los últimos 200 años y el uso de espacios públicos, los cuales se ha usado en el sentido conmemorativo. Como la realización de eventos de reconocido valor histórico, como el Parque la Libertad, la Calle Real, El Obelisco y los mercados, entre otros.
Insistir en la investigación cultural
Barahona admite que dentro de la universidad se investiga poco y por lo tanto se genera muy poco conocimiento, “el resultado es que somos dependientes de lo que otros pensadores estudian; en esta época dominada por el neoliberalismo, este tipo de cosas no tienen ningún valor, si no generan prestigio y no dan poder, no sirven, sin embargo nosotros reivindicamos el carácter humanístico de las ciencias sociales”, dijo el historiador.
Más allá de querer restablecer la identidad local y poder reconstruir el valor de los espacios públicos de Comayagüela, el grupo de investigadores considera que lo más importante es hacer un reencuentro de la comunidad con lo que la ciudad puede ofrecer.
Quitarle el miedo a la gente de ir al parque La Libertad o caminar por la Calle Real, está sobre todo en las manos de las autoridades y no depende en su totalidad de la academia, sin embargo, con el conocimiento adecuado sobre su riqueza histórica y cultural, la gente podrá apreciar lo que por tantos años sentenció al olvido. Las estadísticas señalan que hay un muerto al mes en los mercados. Aunque esa cifra asusta, no es ahí donde está el mayor número de masacres ni de asaltos en la capital.
“La verdadera identidad de Comayagüela es que este es un pueblo laborioso, un lugar de comerciantes y es el lugar que más impuestos paga a la Alcaldía Municipal del Distrito Central. Este es el gran “mall” popular y merece ser valorado por todos” insistió Barahona.
El CAC tendrá una revista científica donde saldrán publicadas estas investigaciones. También se pretende crear una unidad de investigación en el centro para fortalecer y promover futuras investigaciones con otras carreras de la universidad.
Temas de investigación:
- José Carlos Cardona investiga sobre las actas municipales de Comayagüela, un instrumento para observar como fue el comportamiento del poder en diferentes sectores.
- Daniel Medina está trabajando en todo lo relacionado con la Calle Real, la construcción de los símbolos y su valor patrimonial.
- Liena Isaula investiga sobre la danza y su relación con el Estado.
- Joel Barahona investiga la obra del pintor Arturo López Redezmo, quien fue el fundador de la Escuela Nacional de Bellas Artes en 1940, el fue el director, es uno de los pintores más importantes del país.
- Allan Centeno investiga sobre la violencia relacionada con los mercados de Comayagüela. Su misión es averiguar si la violencia de los mercados es congruente con lo que la mayoría de los medios de comunicación emiten.
- Luis Lozano está enfocado en la historia de los mercados en Comayagüela y qué papel jugaron para crear su identidad.
Fuente: http://www.presencia.unah.edu.hn/cultura/articulo/el-rescate-cultural-de-comayagueela-la-ciudad-del-olvido